USTEDES
LOS DIOSES
Ustedes,
los dioses,
no
saben de amores terrenales,
los
de aquellos que viven todo con intensidad
porque
piensan que solo tendrán una vida.
Y
nosotros, que tenemos amores mortales,
—descendemos la escalera—
we
do
not
want
to
be
gods
porque
en cada instante de nuestra existencia
surgen
alegrías y tristezas,
sentimientos
que en el Olimpo nunca se vivirán.
Es
que nosotros, los de afectos terrenales,
los
que amamos a los gatos, pero envenenamos a las palomas,
soñamos
con pasiones
inmortales,
algo
a lo que ustedes no aspiran
porque
no saben soñar,
porque
no entienden lo que es morir
en
cada despedida,
para
luego resucitar
cuando
se es bienvenido.
RUEDA
DE CABILLAS
Cuando se avecinen tiempos malos,
y arrecie el vendaval,
—como la
famosa lección del Enola Gay—
de aquellos con maretazos y huracanes,
que cortan la respiración,
—peor que
el Ebolavirus
o las
pesadillas de Chernóbil—
que temblar hacen los pasos,
solo debemos detenernos minutos,
pensar qué llevar,
hacia dónde queremos ir.
Solo bajar las velas,
observar la Cruz del Sur,
—persignada Crux:
dos travesaños
cruzados
4.2 grados de ancho
5.4 grados de largo
zona de 68 grados
cuadrados
1/600 del cielo—
entrelazar y aferrarnos fuerte las manos al timón de
mando,
—Magallanes
dixit—
y dejarnos llevar por el destino, por su bondad,
—vaivén—
aquel que nos puso en el mismo camino.
¡Recuérdamelo!
—en carta
astral o mapa para marear—
Cuando esta conversación olvide,
donde todos divisen pro-ble-mas,
debemos
ver
nuestra
oportunidad.
EN EL CUENCO DE TUS MANOS
En el cuenco de tus manos
dejo mis esperanzas,
los
mejores momentos próximos de vida.
Espero
los
bebas
o los
dejes caer por la vía
En el
vado de tus pechos sinceros,
espero
reposar eternamente
con
mis sentimientos como único equipaje,
aquellos
que guardé por siglos
hasta
encontrarte.
¡Es cierto!
En el hado de tus vidas;
perviviendo,
espero encontrarte con las mías.
ALZHEIMER
Grábame tu nombre (mi vida)
en
una placa
-y pónmela
en el pecho-
así
me llevarán hasta donde estés,
cada
vez que se me olvide quién soy,
qué amo,
y
cómo quiero vivir.
Quizás
me pierda en pensamientos vividos,
caminos
(nunca creíbles) recorridos,
historias
que alentaron la leyenda,
regresos
a los orígenes de este bello amor.
Escribo
el cantar de las aves para no olvidar,
olvido
el maltrato al necesitado para escribir.
Te
pediré perdón por no recordar noches de amor,
-hasta
a mis Dioses quizás los omita-
pero
por favor recuérdame.
Viví
buenos tiempos,
largos
pasos,
llevaderos
vientos.
Ayúdame
a olvidar que me olvido,
para
que sea amor a primera vista
cada
vez que me encuentre contigo,
y
viva mil lunas de miel,
los
mil días que dormiré junto a ti.
Y
agradeceré a la vida,
que
me borra lo malo, lo triste,
me
presenta nuevamente a mi eterna musa,
de
cuando en vez,
y
le pediré
que
me permita solo recordar,
todo
lo feliz que fue la vida,
los
dos de la mano
conmigo,
a tu lado.
OCTAVAS EXTREMAS
Somos parte de una misma
historia,
somos parte de la misma
canción,
extremos cercanos
-a
veces
cuando (inevitable)
se presenta el eclipse
nuestra marea en el cielo,
el tornado en la mar.
Somos compositores
de la misma historia, de
la misma canción
yo el DO en la primera
octava
del piano de cola,
tú el SI de la quinta
octava.
Porque yo lo doy todo
y tú apuestas a nada.
Porque conmigo los finales
-inexorables
siempre serán tristes,
porque contigo tus finales
siempre serán felices.
Miguel Cotrina Reyes
Lima – Perú (1972)
Docente universitario y funcionario de la Administración Tributaria peruana. Doctor en Ciencias Contables y Financieras, músico, caminante del mundo y poeta. Autor del poemario “Reminiscencias” (2019) y participante en antologías literarias peruanas como la Sociedad Peruana de Poetas y la Sociedad Literaria Amantes del País. En el ámbito internacional, publicó en antologías de poesía y microrrelatos en el portal literario Diversidad Literaria de España.
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